MANUEL MOYA, PESSOA, EL HOMBRE DE LOS SUEÑOS: UNA EPOPEYA SOBRE LA POSIBILIDAD DE LO IMPOSIBLE
¿De qué estamos hechos? De cuerpo y alma. De opacidades y sombras. De realidades y sueños. De miradas y sus reflejos. Y, a pesar de todo, ¿qué somos?, quizá sólo seamos el polvo que se lleva el viento, o la soledad que nuestra muerte deja en nuestros seres queridos. ¿A quién cabe la destreza de avanzar por la difusa línea que marca la imposibilidad de lo posible y transformarla en una epopeya sobre la posibilidad de lo imposible? Quizá a nadie. Quizá a unos elegidos. Quizá a esos dioses perdidos que muy de cuando en cuando se convierten en hombres de carne y hueso. ¿Qué fue Pessoa entonces, el hombre de los sueños, o un sueño escondido bajo un mapa de sensaciones? Bajo esta geografía donde siempre hay una batalla que ganar, aunque siempre se pierda, transita esta extraordinaria e inigualable biografía de Manuel Moya sobre Fernando Pessoa. Un mundo de mundos en el que escritor onubense emplea el espacio geográfico y biográfico de Pessoa y su querida Lisboa: «Lisboa con sus calles de varios colores», para crear una literatura de alto nivel y acercarnos la figura del hombre de los sueños. Y lo hace con una prosa trazada con un estilo limpio, directo y universal dotado de las virtudes de una metaliteratura con la que consigue encumbrar al biografiado a la categoría de mito. Desde su nacimiento el 13 de junio de 1888 en Largo de Sâo Carlos —frente al teatro del mismo nombre donde comenzó su particular teatro de voces mientras escuchaba a una niña tocar el piano, y donde fue feliz hasta la muerte de su padre— hasta su muerte el 30 de noviembre de 1935 en la clínica de Sâo Luís dos Franceses a poco más de un kilómetro del lugar donde vino al mundo, Manuel Moya recorre con una pulcra exactitud, llena de certezas, el retrato completo de un personaje sumergido hasta este momento en las falsas creencias o inexactitudes que rodearon a su vida. Una vida, bien es cierto, llena de lagunas que, sin embargo, en El hombre de los sueños, van cayendo una tras otra hasta dibujarnos con total claridad la vida y la obra de un Pessoa, si no distinto, sí más cercano, pues el estudio, el trabajo y la mirada de Moya nos ayudan a vislumbrar las sombras que teníamos del poeta portugués con un extenso y detallado recorrido por su vida y su obra, lo que da como resultado el retrato completo de una de las figuras literarias más importantes del s.XX. Gracias a Moya derribamos esos falsos axiomas que pendían de un Pessoa mucho más pegado a la vida cotidiana de lo que siempre se nos había hecho saber, o con una trayectoria de publicaciones mucho más extensa a lo largo del tiempo de la que siempre se ha alardeado. Y, con ello, conseguimos situar mucho mejor su obra en el espacio-tiempo en el que vivió. Un espacio-tiempo que va más allá de su leyenda posterior. En este sentido, la vida de Pessoa también es retratada desde las turbulencias políticas que registran muy bien la época tan convulsa en la que le tocó vivir, y que además, nos proporcionan otro de sus elementos vitales más característicos: la contradicción. Una contradicción cimentada a través de sus paradojas, únicas e inigualables, como única e inigualable fue su renuncia a la vida y al amor en pos de su obra literaria, tal y como le confesó por carta a Ophelia el 29 de noviembre de 1920: «Mi destino pertenece a otra Ley […] y está cada vez más supeditado a la obediencia a Maestros que no condescienden ni perdonan».
El hombre de los sueños es una aventura. Un viaje. Una encrucijada de fechas y vidas. De falsas creencias e inexactitudes que dan paso a un horizonte limpio de prejuicios y lleno de sensaciones. En este libro-mundo cabe todo. Un pormenorizado análisis de las obras del poeta lusitano. Un estudio y clasificación de los diferentes ismos que aparecieron a lo largo de su vida y en los que participó el autor de Mensagem: saudosismo, paulismo, decadentismo, interseccionismo…, o a los que dio luz. Una luz y una vida que se siempre transitó en la frontera entre sueño y realidad, porque esa fue la dualidad que marcó su vida: lo deseado y lo conseguido, tal y como nos recuerda su amigo António Cobeira: «Lo natural existía en función de lo sobrenatural, a lo que estaba indisolublemente unido por una interminable cadena de vacilaciones. Fernando Pessoa no era tanto un filósofo como un sutil discriminador de detalles, un observador de líneas recónditas, un pionero de caminos altos, astrólogo o alquimista, mago o divino, perdido en la luz meridiana del siglo». De esa necesidad por encontrar su propio yo nacen sus múltiples heterónimos; una lista que Moya nos apunta con gran detalle a lo largo del libro, en el que realiza un pormenorizado estudio de los tres más importantes: Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro Campos, cada uno de ellos con vida y voz propia. Heterónimos mediante los que Pessoa armonizó el drama em gente que le acompañó toda su vida —un estado mental que como nos apunta Moya esboza la influencia de Shakespeare, al que por cierto, consideraba como un igual—. Ellos nacen en su noche triunfal del 8 de marzo de 1914, aunque como muy bien nos sugiere Moya ésta pudo producirse en un período de tiempo más extenso y no tan acotado. Para trasmitir la importancia que los heterónimos tuvieron en la original obra del poeta portugués, el escritor onubense nos apunta lo siguiente: «Caiero va a cambiar el sentir y el pensar de su hacedor. Sin él, Pessoa sería un poeta sin mundo propio, sin revelación. Caeiro es el maestro, el mástil, la cantera de la que construir su edificio.»
Pessoa extenso. Inaccesible. Poliédrico. Contradictorio. Monárquico y liberal. Pessoa, el todo y la nada. La fortaleza del sueño y la debilidad de la vida real. Amor y vida. Poesía y muerte. Todo cabe en él y nada parece real, pues todo se nos antoja producto de un sueño. Orpheu, Su relación con Mário Sá-Carneiro. El nacimiento de sus tres heterónimos más importantes. Su ajetreada vida social hasta la muerte del amigo Sá-Carneiro que lo lleva a un profundo aislamiento. El deterioro de la madre y su posterior muerte. Ophelia. Magde… En esta extensa e imprescindible biografía-ensayo, su autor también nos proporciona una buena muestra de las múltiples publicaciones, sobre todo en revistas, que Pessoa realizó a lo largo de los años, desde la inicial A Águia, pasando por la mítica Orpheu, o las posteriores Presença o Contemporânea, por poner algunos ejemplos, son las muestras más visibles de una obra diseminada en el tiempo y en la precariedad de los soportes que la sustentaron, si exceptuamos Mensagem o el Libro del desasosiego. En casi todas ellas, sin embargo, hay un elemento unificador: su faceta polemista, que se inicia ya en A Águia: «…esa vocación polemista que desde los artículos de A Águia lo persigue. Recordemos la agria polémica de Campos en la caída del tranvía de Afonso Costa, en 1915; el violento “Ultimátum”, también de Campos, en Portugal Futurista, a finales de 1916; los artículos en Acçâo, en 1920. Lo seguirá haciendo con la publicación Interregno, en 1928, y con la polémica acerca de las sectas secretas, en 1935.»
Una vida, la de Pessoa, que experimenta una vertiginosa cuesta abajo tras la muerte de la madre, que no así su obra literaria, muy intensa en los últimos años, en los que prefirió seguir escribiendo a organizar lo ya escrito y almacenado en su famoso arcón. Gracias a ese ímpetu tardío vio la luz Mensagem, aunque fuese tras la polémica que rodeó a la concesión del Premio Antero de Quental 1934 en su categoría de poema. Tras esa penúltima polémica, Pessoa se sabe y se reconoce al final del camino. Un trecho que Manuel Moya nos vuelve a hacer visible de una forma portentosa y muy literaria, como ya hizo en su inolvidable Lluvia oblicua, una magnífica novela en la que recrea los últimos días del portugués. Días gobernados por las sombras, y una vida que ha dado paso a una fama póstuma que no deja de crecer día tras día.
Pessoa y sus múltiples voces. Pessoa y su profunda materialización del alma. Alma diseccionada en realidad y sueño. El hombre de los sueños, como muy bien se titula esta biografía-ensayo, se nos presenta como una epopeya sobre la posibilidad de lo imposible. Y, quizá, su heterónimo Ricardo Reis, supo expresarlo como ningún otro: «Para ser grande, sé entero: nada/ tuyo exageres o excluyas. /Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres/ en lo mínimo que hagas/ Por eso la luna brilla toda/ en cada lago, porque alta vive.»
Ángel Silvelo Gabriel.