SALVANA Y SU HOMÓNIMO EP: LIRISMO Y PENUMBRA RASGADOS POR LA PASIÓN
ÁNGEL SILVELO GABRIEL
Las pasiones vitales en ocasiones se dirimen en ecos que van y vienen como un péndulo que hace el recorrido del ying y el yang en un mismo viaje. Y ese rasgo que se define como una fractura contra las medidas y la estabilidad nos produce un cierto desasosiego. De ese caos infinito, por su capacidad para reproducir su movimiento una y otra vez, surge un lirismo y una penumbra rasgados por la pasión. Algo parecido es lo que sucede con las afiladas y oscuras guitarras del cuarteto barcelonés Salvana (Laura S. Núñez, Carlitos Nieves, Pablo Porcar y Ana Gavidia). Rasgan y rasgan la oscuridad en busca de un rayo de luz y de ese soplo de aire que nos eleve por encima de un suelo no deseado. Sus argumentaciones parecen claras y sus resultados también, porque no hay indefinición en sus canciones, sino una aplastante apuesta por la contundencia envuelta en una nebulosa incierta sobre las que se envuelven unas letras al servicio de unas melodías hipnóticas que van desde el shoegaze de Ingrávida en el que nos recuerdan al extinto grupo gallego Nadadora, hasta el lirismo de Keroseno donde los ecos de Cocteau Twins se hacen más que palpables. Más allá de las comparaciones, su música surge con el acierto de quien necesita gravitar por su particular mundo sonoro que, en el caso de Salvana, es dulce y agreste a la vez, tierno y voraz, lírico y desgarrador.
En las canciones de su EP homónimo, que les sirve de presentación, han cuidado con una exquisita escrupulosidad su mensaje, tanto musical como visual, uniendo evanescencia y lirismo; un mensaje donde la noche y la oscuridad juegan un papel importante, sin dejar por ello de lado las oportunidades que ambas disciplinas les pueden proporcionar. Hay intención de juego y de escape en sus canciones, desde ese pequeño corte en forma de intro que es A01 hasta Keroseno, una gran canción que resucita el virtuosismo de unas guitarras muy cercanas a esa ingravidez que te produce la sensación de plenitud que les sigue a cada nota musical que producen. Algo parecido es lo que ocurre en Tenue —aunque de una forma más amortiguada—, otra gran canción que desemboca en ese tipo de sensaciones ocultas que, por íntimas, sólo le pertenecen a quien las experimenta. Con Jean-Baptiste, el segundo single de este EP, Salvana ya nos anunciaron la potencia de sus ecos; mensajes plenos de una reverberación que va y viene en busca de esos puntos altos y bajos que caracterizan a las melodías del grupo. En un punto más íntimo, si cabe esa expresión en las canciones de Salvana, nos encontramos con Ultramar, donde las distorsiones aparecen atenuadas por la calma de un tema que nos propone la versión menos angulosa del grupo barcelonés. Algo que se podría decir también de Cobre, un tema que interpretan junto a Víctor García-Tapia.
Salvana y su EP homónimo son una magnífica propuesta de canciones y visiones arropadas por la necesidad de buscarse a sí mismo en la oscuridad de la noche; un espacio o lugar donde lirismo y penumbra son rasgados por la pasión.