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LOS SUBTERRÁNEOS

ÁNGEL SILVELO

LECTURAS EQUIVOCADAS O LOS SUBTERRÁNEOS

RELATO PUBLICADO EN LA ANTOLOGÍA “GENERACIÓN SUBWAY”, EDITORIAL PLAYA DE ÁKABA 2014

 

      «Esta es una época de milagros. Los días del asesino loco han quedado atrás; los maníacos sexuales están ahora en el limbo; los atrevidos artistas del trapecio se han roto el cuello. Estamos en una época de prodigios, en la que los científicos, con la ayuda de los sumos sacerdotes del Pentágono, enseñan gratuitamente las técnicas de la destrucción mutua pero total. ¡Progreso! El que sea capaz, que lo convierta en una novela legible. Pero si eres un comedor de muerte no me vengas con literaturas. No nos vengas con literatura «limpia» y «sana» (¡sin lluvia radioactiva!). Deja que hablen los poetas. Puede que sean «beat», pero, como mínimo, no montan a caballo de un monstruo cargado de energía atómica. Creedme; no hay nada limpio, nada saludable, nada prometedor en esta época de prodigios; nada, excepto seguir contando lo que pasa. Kerouac y otros como él serán probablemente los que tengan la última palabra.»

Big Sur, California

Henry Miller

(Extracto del prólogo de la novela Los subterráneos de Jack Kerouac)

 

 

Siempre me ha gustado leer, pero lo he hecho a través de lecturas equivocadas. Sin embargo, ahora que me encuentro en una nueva encrucijada en mi vida reconozco que la literatura y los libros han sido mi único sustento todos estos años, a pesar de que ellos me llevaran al mundo de los subterráneos, ese que recorre las hojas de la novelas de Henry Miller, Jack Kerouac o William Burroughs, por no hablar del poema Aullido de Ginsberg. Ellos me precipitaron al lugar equivocado de la vida, porque mis dulces sueños de juventud acabaron enterrados en las lecturas que me acompañaban a lo largo de las vías del metro que cada día me llevaba y me traía de mi lugar de trabajo a casa y viceversa y que, como una excavadora, fue tapando sin darme cuenta uno a uno mis anhelos e ilusiones. Mientras mis amigos se empeñaban en seguir estudiando y terminar sus carreras, yo era la viva imagen del alelado que pasaba las horas muertas en la biblioteca leyendo un libro tras otro. «¿Esa es una forma de labrarte un futuro en la vida?», me decía mi madre. «Cásate, cómprate un piso y ten hijos, que es lo que hace todo el mundo para ser feliz… y deja de buscar la felicidad entre las páginas de un libro», me aseveraba cargada de razón, su razón. Ella nunca lo supo, pero con tantas aseveraciones sobre mi consumida conciencia consiguió que el eco de sus palabras se quedara anclado en mis recuerdos.

A pesar de mis buenos propósitos juveniles, al final hice caso a mi madre, y me casé y me compré un piso, y desde entonces, navego en una especie de mar de las tinieblas donde mis lecturas son mi único consuelo. Es verdad, mi identidad de lector anónimo me aísla cada día más del resto de los seres humanos, porque soy consciente de que me deja sin argumentos frente al mundo. Por ejemplo, muchas veces me pregunto: ¿a quién le interesa hoy leer novelas?, pero novelas de verdad, no esas que lee todo el mundo en el metro. ¿Dónde se han escondido Marguerite Duras, Truman Capote, Scott Fitzgerald, etc? Aunque yo tampoco les puedo reprochar nada a ese gran ejército de lectores de literatura sin alma, porque yo mismo, si hubiese sido valiente, en vez de mirarles cómo consumen sus vidas de una forma anodina, habría dado el siguiente paso y me habría puesto a escribir. Aunque pienso, que menos mal que no lo hice en su momento, porque ahora hay más personas interesadas en escribir que en leer, aunque bajo ese manto creador también soy capaz de identificar a mucho farsante que solo busca la fama, como si la literatura fuese una hamburguesa de comida rápida aderezada con ketchup y mostaza.

Es verdad, ahora ya no leo tantos libros cuando voy al trabajo, y me limito a pasar el tiempo respondiendo a todos mis amigos virtuales en las redes sociales. «Eso sí que es una lectura equivocada», me digo a mí mismo en un momento de cordura. ¿Por qué hice caso a mi madre? Menos mal que Nuria y yo no tenemos hijos, una opción que te da más libertad, pero que no te libera de un sinfín de tormentos. Me gustaría seguir otros ritmos distintos a los que la vida me ha sometido machaconamente. Envidio a los subterráneos, porque ellos disfrutaban del bop espontáneo, del swing, del jazz…, y lo hacían amparados en la oscuridad de una noche que les sumergía en la vida soñada. La literatura es eso, la vida soñada, aunque mi madre no se dé cuenta de ello, ni tampoco, de que si no fuera por mis lecturas equivocadas hoy no estaría vivo. Tengo mala pinta, lo sé, y una vida cargada de preocupaciones con la palabra CRISIS como corolario de todas ellas, pero lo que mi progenitora no sabe es que he estado muchas veces a punto de escapar. Algo que habría hecho si no fuera por Nuria, el único rayo de luz de mi vida. Suena ridículo, pero el amor es mi salvavidas, porque en él aún puedo refugiar a mis libros. Nuria es la única persona que nunca me ha dicho que dejase de leer. Leer no mata, me digo pensando en una cajetilla de tabaco. «Un mundo con más lectores sería mejor, pues la perspectiva de la vida iría más allá de la muerte», pienso. Ahora solo nos dirige el mismo axioma: tener, poseer, consumir y tirar para volver al punto de partida anterior… Los subterráneos se miraban a los ojos, cargados de alcohol, tabaco, drogas y horas de sueño, y se ponían a componer poemas, relatos o novelas al ritmo de los latidos del corazón. Sus pertenencias eran sus palabras, y en sus palabras estaba la verdadera magia, la de la vida soñada…

Yo hace tiempo que no sueño. Ahora tengo pesadillas. Esta mañana, por ejemplo, me ha levantado con el quejido de las ruedas del metro sobre los raíles desgastados por el paso del tiempo, pegado a mi subconsciente. Y al levantarme, me he dado cuenta que ya no estaba dentro de la vida soñada, que los subterráneos eran una impostura de mis sueños, y que yo apenas si recordaba ese último libro que me inspiró y me dio fuerzas para afrontar mi último intento por ser yo mismo sin la necesidad de seguir escuchando el eco las palabras de mi madre. Huyo desde hace mucho tiempo, pero hoy, por fin, he sido consciente de que mi huida es una fuga sin sentido, porque siempre caminaré al lado de un trabajo que cumplir, de un libro que nunca escribiré, y el eco de una madre a la que escuchar. Menos mal que siempre encuentro un último rayo de luz antes de tirarme por el acantilado más cercano, y todavía busco refugio en ti, y como cada mañana, conecto la radio para escuchar tu voz.

Son las siete y media de la mañana. Radio Ladrillo Fm les desea buenos días y les informa que el Banco del Cemento Europeo ha vuelto a elevar un punto los tipos de interés, a pesar de sus promesas de no volver a hacerlo hasta el año que viene, pero según nos informa la Agencia Eñe, el Presidente de dicho Banco se ha visto obligado a tomar esta decisión para enfriar el mercado inmobiliario. Este incremento de tipos, como todos ustedes ya conocen, supone que el Euribor también experimentará una subida, lo que a su vez supondrá el enésimo encarecimiento de las hipotecas que, como media, acarrearán un gasto de mil euros anuales más para todas aquellas familias que les toque renovar su hipoteca de aquí a final de año… Asimismo, según los datos del paro proporcionados por la Secretaria de Estado para el Desempleo, este se vuelve a incrementar en cuarenta y cinco mil seiscientas cinco personas, lo que eleva la cifra total a casi cinco millones de desempleados en nuestro país, destacando, como viene siendo habitual en los últimos años, un aumento todavía muy significativo del número de parados en el sector de la construcción…

Salgo de la cocina como un muelle al que le han liberado de su resorte, y no me doy cuenta de que en realidad no consigo nada más que dejar de escuchar tu voz. El único límite que me queda por traspasar es la barandilla (de nuevo acude a mí la imagen del acantilado), pero mi imaginación todavía no ha adivinado un truco para saltármelo. En vez de saltar me quedo mirando cómo los niños entran en el colegio que tenemos enfrente de nuestra casa, ruidosos y ajenos a los problemas de los mayores. ¿Qué recuerdo les quedará de nuestras vidas? Las guerras de hoy no se libran en un campo de batalla, ni los soldados portan armas. Ahora simplemente somos y nos comportamos como hormiguitas que van y vienen a su puesto de trabajo sin derecho a protestar. El miedo nos vence y nos castiga con el silencio más absoluto. Atados de pies y manos avanzamos sin conciencia, encerrados en un caparazón del que ya jamás saldremos. ¿Y todo esto para qué? Bailarines sin música y actores sin teatro, eso es todo lo que somos.

Dilapido mis estériles pensamientos en la fosa común de los héroes mudos y las voces sin eco, y me concentro en el dolor que me persigue desde hace tiempo, ese que atosigaba en la década de los cincuenta a los subterráneos. Algo dentro de mi cabeza quiere acabar conmigo, y lo hace concentrando pinchazos intermitentes en mi lóbulo izquierdo. Cuando dejo la mente en blanco, mi enemigo se aprovecha, y ¡zas!, inicia su ataque. Es un dolor que no me paraliza y de momento no me deja secuelas. No sé cómo explicarlo, pero es un dolor diferente a mis cotidianas jaquecas, por eso me desconcierta. He intentado acabar con él utilizando mis pastillas habituales, pero no me hacen efecto. Ahora estoy a base de valerianas, pero tampoco parece que vayan a ser la solución. Los médicos siempre me hablan del estrés, de la vida que llevo y de un sinfín de razones más. Yo no los entiendo, porque mi vida no es muy distinta a las suyas, a pesar de mis lecturas equivocadas, pues todo se resume a trabajar e ir tirando, como una persona que asimila que es un animal subyugado al carro de sus contradicciones diarias. Al final siempre me hago la misma pregunta: ¿por qué me compré esta casa, si yo solo quería seguir leyendo libros?, buenos libros, me corroboro.

Soy consciente de que por mucho que huya nunca conseguiré liberarme de mi destino. Intento evitarme a mí mismo ese nuevo gesto de mi derrota pensando en ti y en tu brillante carrera en las ondas. Cada vez estoy más convencido que tu voz es el particular salvavidas de todos aquellos que te escuchamos mientras atravesamos nuestros océanos de desdichas sin causa.

Son las siete y cuarenta y cinco minutos de la mañana. Siguiendo con el boletín de noticias más destacadas en el ámbito inmobiliario y de la construcción, ahora tenemos que hacer referencia a esta casa. Radio Ladrillo FM les informa que su Consejo de Administración presentó ayer un expediente de regulación de empleo ante las oficinas del CIMIENTO que afectará al cincuenta por ciento de su actual plantilla. La empresa hace saber a todos sus oyentes, que dicha medida acarreará un cambio radical en su parrilla de programación, que también se reducirá a la mitad…

Ladrillo, cemento, cimiento. ¿De qué sirve tanta majestuosidad en los términos si todos se caen a la primera bocanada de aire como la casa de paja del cuento de los tres cerditos? ¿Qué somos, hormigas o cigarras? Ten cuidado, nada es lo que parece, me dijo mi madre el primer día que me fui a trabajar; ¿y tú? Tú tampoco me advertiste de tus futuros peligros, y ahora me dejas sumido en la cadencia de las promesas rotas. Como no soy capaz de cargar con este nuevo peso sobre mi cabeza prefiero perder el tiempo pensando en Ramón. Al despedirse me dijo: me alegro de verte. Yo también me alegraba, porque haberle visto suponía esbozar una sonrisa entre tanto tormento. Sin embargo, todo cambió cuando llegué a casa y abrí el buzón para coger la correspondencia. Solo había un sobre blanco con letras rojas. Cuando lo fui a coger se me cayó al suelo. Ahora que lo pienso fue un acto reflejo. Quizá, a esa distancia, mi perpetua ingenuidad creía que iba a mirar los futuros acontecimientos con algo más de serenidad. En este punto de desesperación siempre me acuerdo de Allen Ginsberg y su Aullido: «He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz».

Pasan los días, y como ya no sé qué hacer, he ido al banco y le he contado a mi gestora lo de mis dolores de cabeza. Ella me ha dicho que sí sabe de dónde proceden, y yo la he respondido que es mi mejor médico. Los dos nos hemos echado a reír, pero era una sonrisa nerviosa. Ella me ha tratado con la misma educación que siempre, pero su mirada al despedirse ha sido como un espejo en el que una vez más he visto reflejado un nuevo gesto de mi derrota. «¿Qué título le iría mejor a este período de mi vida?», me pregunto, antes de plantearme una nueva huida.

Radio Ladrillo FM, en su política de cercanía al ciudadano y sus intereses, les va a ofrecer a continuación una serie de consejos a tener en cuenta a la hora de dirigirse a su oficina bancaria para resolver sus problemas de índole financiera, y para ello, hemos invitado a nuestro experto en temas económicos Crédito Cero, para que nos oriente acerca de cómo debemos presentarnos en las oficinas bancarias dependiendo del caso en el que nos encontremos…

Menos mal que sigues acunando mis desgracias con tu dulce voz. En este tobogán en el que me hallo metido, tú me elevas a lo más alto del tirabuzón. Gracias por decirme que no serás una de las personas despedidas en el ERE de la emisora. Soy un idiota, porque nada más darme tan grata novedad regresé a ese terreno donde solo habitan la justicia y las buenas intenciones. Y, ahora que de nuevo te oigo dando noticias y consejos, pienso que podrías haberme asesorado antes de entrar en la oficina bancaria para hablar con nuestra asesora. Como soy tan lelo, no he caído en que este es mi gran secreto y, que por tanto, tú desconoces mis avanzadillas y retrocesos en esta interminable reyerta de números, liquidez y tantos por ciento. Según tu experto asesor financiero que, además de Catedrático en Ciencias Expropiantes es Máster ÑBA en Recursos Inhumanos, hay que ir bien vestido y exigiendo si vas a pedir una hipoteca o a dejar un importante depósito de dinero en el banco; o con aspecto descuidado sin caer en la indigencia, si vas a renegociar la hipoteca o no puedes pagarla. Mi caso es el de los que no pueden pagar la hipoteca, es decir, nada original. Según tu experto financiero no debería haber ido muy bien arreglado, solo aseadito y poco más. Sin embargo, yo no he sabido representar aquello que no soy. Tampoco quería que, por sucumbir ante un nuevo gesto de mi derrota, nuestra gestora pensase que las cosas iban peor de lo que dicen nuestros números bancarios. Algo si es verdad, mi cara es el reflejo de nuestra situación.

El último consejo que me llegó a través de las ondas de tu emisora fue que había que ser sincero y que había que recalcar la intención de quedarse con el piso por encima de todo. Esta última aseveración imagino que significa echar a la familia por delante, a aquellos que por suerte, por prudencia, o por edad, no son víctimas de esta vorágine financiera.

Al llegar al trabajo me han comunicado que a partir del mes que viene no cobraré la productividad. Un hecho que, por esperado, no deja de ser menos cruento, porque significa que ganaré menos. Me acabo de acordar de mi amigo Ramón, él seguramente no lo sabe, pero los sueldos de la mayoría de los empleados públicos son mileuristas. Trabajar en la Administración significa, por ejemplo, no poder disfrutar de la mayoría de las cosas que salen anunciadas por la televisión…, pero de esto tampoco me avisaron mis lecturas equivocadas cuando aprobé la oposición que, entre otras cosas, significaba la conquista de un tiempo libre para poder escribir, ¿escribir? «¿Qué es eso?», me pregunto.

A pesar de todo, nada me gustaría más que ser un gran literato con grandes dosis de convicción, porque cada vez que pienso que tengo que contártelo todo me encojo como un gusano allí donde me encuentro, y me convierto en un minúsculo objeto inanimado. Sí, antes de confesarte la verdad prefiero ser un cobarde y escapar hasta un lugar donde no existan las hipotecas, los Bancos o las crisis financieras. Un lugar donde los que sostienen el sistema no tengan que pagar la codicia de aquellos que se autoproclaman como guardianes del dinero o de la cosa económica. Y ahí me paro, porque tu imagen vuelve a mí y me devuelve la cordura y me recuerda que existe otra opción: ir a ver a Ramón. El día que nos encontramos me dio una tarjeta de la sucursal bancaria donde trabaja que pone: Asesor Financiero. La verdad es que suena bien, pero me da vergüenza recurrir a él, así, a la desesperada. Pero esa no es la cuestión, porque ahora debo tragarme mi orgullo e ir junto a Ramón. No sé por qué, pero como decía Tennesse Williams, siempre he confiado en la bondad de los extraños.

Ramón es una buena persona, me ha dicho que no me preocupe, que el Euribor bajará un poco el año que viene y mi hipoteca también lo hará, que no me agobie si tengo que acudir a pedir ayuda a mi familia durante unos meses, que al final es lo que hace todo el mundo. Antes de irme, le digo que ser funcionario no es un chollo, pero esta vez él no me dice nada, porque su mirada es solo la de un asesor financiero de un Banco, es decir, la de un desconocido.

Desde que salí del Banco me siento como un soldado que ha perdido la batalla, y creo que mis cenizas son mi conciencia, y mi dolor mi cobardía, y mis heridas la falta de esperanza. Hoy, por fin, me has preguntado qué me ocurre últimamente, pero no he sabido decirte la verdad. Sí, de nuevo he sido capaz de esconder dentro de mí ese nuevo gesto de mi derrota que me persigue desde que soy consciente que no podremos pagar la hipoteca el mes que viene. Tú, pura y transparente como una ninfa, te has sentado a mi lado en el sofá y me has susurrado al oído que nos fuéramos a dormir, que mañana teníamos que madrugar para ir al trabajo. Yo, sin embargo, no he sabido responder como se merece a ese gesto tuyo de cercanía y complicidad, como tampoco he sabido decirte nunca que te quería de la forma que a ti te gustaba. Soy un hombre derrotado, un hombre sin palabras que busca su bop espontáneo cual subterráneo del siglo XXI, porque en el fondo soy eso, una persona que aun estando dentro del sistema, está en claro riesgo de exclusión de una sociedad que no entiende de lecturas equivocadas.

A pesar de todo, tengo que ser sincero conmigo mismo, y confesar que sí, que una vez soñé con una casa grande, cerca del campo, y también que tendría muchos hijos, y que ellos llenarían esa casa donde pasaría mi vida escribiendo mis novelas… «Sí, ¡qué malo es tener sueños!, sueños equivocados —me digo—, porque corres el peligro de que nunca se cumplan». Y como si hubiese sido tocado por una varita mágica me diluyo cual subterráneo condenado a la oscuridad entre los párrafos de uno de los libros de mis lecturas equivocadas, pues cada día que pasa, estoy más convencido de que la vida nunca me va a regalar una mejor solución para convivir con todos mis problemas.

ANGEL SILVELO GABRIEL